LA BOCA

9 MAYO 2021 –

Estoy en la calle sin máscara. Otros tampoco la llevan. Me subo el cuello de jersey para taparme la boca. Una pareja. Ella, la boca muy grande. Al hablar veo todo su interior con claridad, como si tuviera una luz dentro, una boca muy hueca, sin las partes blandas y carnosas que normalmente esperamos encontrar en una boca. Él, un chico guapo. Pienso que le acompaña porque le gusta esa boca.

EL TROZO

Un trozo ¿de qué? ha crecido al lado de un diente incisivo inferior. Es un trozo que hace unos meses creía que se podría arrancar con facilidad, pero hoy lo noto más fuerte, más fijo. Aunque lo puedo mover con la lengua, es demasiado fuerte para arrancarlo con la mano. Me miro al espejo, sonrío, compruebo cómo se ve mi sonrisa, cómo se me ve con este desastre de dientes. Veo que, al lado de este diente, hay otro que se despliega como una una planta de varias hojas, en forma de surtidor. Sí, tendré que ir al dentista, pienso.

IMPRONTA

Una obra con los positivos, en color gris, en arcilla, del interior de la boca, de la cavidad bucal. No era así exactamente, era como la impronta de un mordisco.

INDÍGENAS

10 AGOSTO 2020 –

Un grupo de indígenas ¿de América del Sur? huyen llevando niños cogidos de la mano. Todos son grandes, jóvenes, y hermosos, con el pecho musculoso al descubierto. Se meten en una piscina al lado del mar. Ríen a carcajadas, alegres, con sus grandes bocas muy abiertas, con el agua cayéndoles encima.

Estoy en una casa donde vive un hombre, no sé qué relación tiene conmigo. Preocupada por él le busco en su habitación y compruebo que no está. Algo está pasando, por alguna causa los indígenas han huido. No logro localizar al hombre. En el cuarto de baño veo que ha dejado la ropa tirada en el suelo y que ha utilizado la ducha. Comprendo que se ha marchado. En la taza del váter observo una mancha como de aceite o vertido grasiento de color amarillo verdoso. Intento limpiarla con mucho jabón líquido, con la escobilla y agua, tirando de la cisterna. Insisto y se forman grumos que no se los lleva el agua. Me despierto.

LAVADORA

Mi hermano P. ¿también sus hijas? están dentro de una lavadora, como si fuera la boca de un gigante. Llevan varias horas ¿quizá un día? Al principio fue una broma, ¿se metieron ellos mismos? Los voy a liberar, pero no hay manera de que salgan. Hago que vuelvan a ser tragados como si fuera la garganta de un gigante y finalmente son expulsados y los agarro con fuerza de sus ropas mojadas para sacarlos. Esperaba que sonrieran aliviados, me doy cuenta que justo es lo contrario, una pesadilla de la que no sabían si podían salir. Se quedan en el suelo inmóviles. Mi hermano me mira muy serio. Comprendo.

BARRIENDO

Estoy barriendo el suelo grisáceo de una casa rural grande. Hace poco he llegado con M. de la ciudad donde el control era excesivo y donde tenía que vivir o se me ofrecía vivir con alguien que no quería. Con M. me doy cuenta que sí quiero estar. ¿Se dan cuenta también los demás? Juntos se nos ve bien, no es un extraño, no hay extrañeza, sino complicidad. Sigo barriendo la casa, hay restos de tierra y vegetales que recoger. M. está contento. H. y J. actúan de observadores como testificando la situación. Noto algo en la garganta, un carraspeo y ganas de escupir. Agarro con las manos un hilo largo de mucosidad sanguinolenta, que saco de la boca y echo todo a lo largo en un cubo de basura. Me despierto.

LA AGENDA

En un espacio como el de Arteleku, me veo perdida entre habitaciones, que son un laberinto de paredes blancas, algunas con agujeros y espejos. En una de las habitaciones, veo una escultura en el suelo, que representa medio cuerpo, con una cabeza de mujer que me mira. Me parece preciosa. En otra habitación, hay esculturas colgadas en la puerta, como si fueran adornos de navidad, que se mueven mecánicamente. Me doy cuenta que son fragmentos de figuras de animales. 

Deambulo sin mis zapatos, sin gafas. Voy en pijama. He perdido mi agenda. Y además mi espacio de producción ha sido invadido y como quiero hacer una reclamación, mido el espacio que me correspondería.

H. se ríe de mí. Estoy cabreada, porque no encuentro mi agenda. Entro en una habitación grande, donde se reúne mucha gente, sigo buscando mi agenda. En una obra presentada por A.O. encuentro mi agenda junto con un montón de objetos. Una mierda de obra, pienso.

Estoy con L, en pantalón corto, las piernas un poco rojas o moradas. Se le escapa decir que no se presenta este año a las oposiciones, porque pronto saldrán mejores plazas o no sé qué. Yo me quedo pasmada, intento preguntarle si va a dejar la empresa, pero no me sale la voz, tengo un aparato en la boca y le pregunto de nuevo, no puedo articular, no sale la voz, me quito el aparato y da igual, mi voz es débil, casi inarticulada.

LOS DIENTES DE METAL

Estoy en la calle con un amigo (que no reconozco en la vida real). Lo describo: lo más característico es que tiene los dientes de metal. Cuando se quita los dientes le huele la boca y el aliento. Vamos andando cogidos de la mano, no es mi pareja, simplemente vamos cogidos de la mano. Nos cruzamos con T. B., que lleva un aspecto un tanto desaliñado. Justo en el momento de cruzarnos, suelto rápidamente la mano de mi amigo. Como no nos reconoce, le llamamos por su nombre, para llamar su atención. Se da la vuelta, pero sigue sin vernos, simplemente le interesa un chico joven que está de espaldas contra la pared, en actitud de mear. Parece estar un poco bebido. Comento que siempre le han gustado los chicos jóvenes, a lo que me responde que T. B. es un clásico.

MI LENGUA EN MI BOCA

Estoy recostada en una cama en medio de una habitación muy grande en un hospital. Sé que me van a operar. Mucha gente ocupa el espacio alrededor de la cama. Vemos una película, hablamos, reímos, parece una fiesta.

Un chico se interesa por mí, es moreno, de rasgos indefinidos. Me besa en la boca, un beso largo, casi no me produce ninguna sensación, apenas siento una presión. Para darle más intensidad al beso, intento utilizar la lengua, pero no puedo sacarla, solo me es posible moverla en mi propia boca. Una vez que ponemos fin al beso, nos separamos y confieso que solo he sentido mi lengua en mi boca. Después de esta decepción el chico esquiva mi mirada.

Intento enterarme a qué hora está programada la operación; tampoco sé de qué me van a operar ni en qué consiste la intervención. Quiero preguntar, pero no sé dónde hacerlo ni a quién. Me acerco a lo que parece una recepción de hotel y me dicen que la operación será sencilla, leve y que lo harán mientras duerma por la noche.